se forja una zancada digna de un caballero
que maravillado por el paisaje hoy día,
no vió la piedra colocada en su llavero.
Con su tambaleo y de su círculo pendiente
adornaba un matojo de hierros espesos,
que bailaban claqué físico con sus pesos
y tocaban las palmas mientras les chirriaban los dientes.
Confiado al espasmo de la esperanza
danza por los caminos del remedio,
pesando el instinto y el corazón en una balanza,
se dirigió al objetivo de su asedio.
Mas al final cesó la música y el baile,
y empujó sus estímulos a un cajón
en el que no cabe ni ordenar el aire
para afinar y girar dos veces y media, sin razón.