jueves, 31 de octubre de 2013

Cuenta pendiente.

La eterna cuenta pendiente,
Profundo pensamiento deja de atormentar
Mi mente, déjame en paz
Déjame tranquilo.

Consciente de un acelerado latido
Presa de un pensar obsesivo,
De un sentimiento activo,
Déjame querer relajado.

Dar de lado preocupación y llanto,
Andar sin un bastón del brazo,
Sin unas muletas en las manos
Para no andar el suelo.

Suelo duro, suelo oscuro,
Difícil de caminar maldito,
Difícil de avanzar como un jardín
De rosas, porque tiene que pinchar.

Tiene que sangrar, caer dolor
Bañar el suelo con un océano
De color rojo mermado, véalo.

Secarse, parar cual hemorragia
Cual charco de agua al sol,
Cambiar y volver a ver el sostén
Que pisar no has querido.

Visión que oscila cual péndulo da
Vueltas cual tiovivo, una idea fuerte
Cual golpe de martillo, cual ímpetu
De un incrédulo diferente.

Personaje que se ve,
Y que se mira, y que piensa
Que no hace falta ni muletas ni bastón

Para seguir en esta vida.

martes, 22 de octubre de 2013

Payasitos.

Dos payasitos se encuentran manchando las paredes.
Saben bien que no son amigos.
Saben bien que nada importa.
Pero caminan como pingüinos rosas delante de un espejo.
Y es que alguien tiene que hacerlo.

Uno de los payasitos habla borracho. Deshilacha una palabra tras otra entre eructos de ballena. Es muy feo.

Uno de los payasitos esta ausente, como si la banalidad le violara por momentos. Sus pensamientos nebulosos se acercan al monte urbano donde habita esa libertad encarcelada que él bien conoce. Se le ve muy enamorado, apunto de resbalar por el barranco muerto de barro que esconde millones de plátanos. “Nadie se reiría” piensa él.

Uno de los payasitos es realmente feo. Aburre a la vida con las ensordecedoras epopeyas que narran las míticas batallas entre las hormigas y las ratas de papel. Piensa que “luego… luego…luego…” y es ayer. Sus ladridos absurdos no son más que risas como platos rotos.

Uno de los payasitos le canta a la muerte. Sus labios hechos de elefante desinfectan los diccionarios bordados. “¿Y si nada tiene sentido?” piensa él sonámbulo de pena. Entonces la vida será su droga, la ausencia como un mar negro.

Dos payasitos se encuentran manchando paredes.
Saben bien que nada tiene sentido.
Saben bien que ni siquiera tiene gracia
Pero caminan como pingüinos rosas delante de un espejo.

Y es que alguien tiene que hacerlo.

jueves, 17 de octubre de 2013

Sin sentido.

Párate a mirar lo que te pierde de verdad,
donde te escondes de la adversidad.
El mundo que te libra de una realidad difícil de afrontar.
Todo lo que se desvanece en un humo oscuro y espeso,
que no te deja ver la ilusión de tu perdición.
La canción que entona un virtuoso de fondo
de un sueño intenso y vivo.
Cada vez más grande el umbral que transforma tu razón,
en un simple metal a punto de fundirse.
Una viñeta sin color que pese al dolor,
transforma el blanco y negro en un arte colorido.
En un sueño prohibido,
que vino a quedarse,
vino a liberar y a romper
las leyes que lo habían cohibido.
Plasmado en un cuadro,
clavado en la pared,
una locura por esta vez
verlo terminado.
Los ojos, la nariz, la boca
la mano que sola lo toca
el tacto suave que suena
a un lento instrumento de cuerda.
El pelo negro cual carbón
abrasador al sol y al amor,
loco al rizarse y cuerdo a lo liso.
Un todo, y de repente nada,
cuando dejas de ver la mirada
de fijarte en el mundo
de hacerte con el mando en un segundo,
y tomar el rumbo correcto mañana.
Eso si.
Mañana será otro día,
y todo ...
Pero los recuerdos,
de nuestros puntos débiles
son lo que nos hacen más fuertes,
eso que hiere si se usa en contra nuestra.
Eso que si no lo ves,
... todo pierde sentido.

miércoles, 9 de octubre de 2013

En guerra.

              En una época en la que todo está muy torcido y negativo pensamientos violentos merodean por tu mente. El nerviosismo reside en tu cuerpo presente las veinticuatro horas del día, la preocupación sazona tu vida y limita tus acciones más habituales.
El color desaparece de tu alrededor, el gusto dulce se eclipsa por uno amargo, el calor tiende a provocar un frío gélido y el tacto áspero es doloroso allá por donde vayas. Los soportes de tu andar se fatigan con rapidez y tus mareos son tan corrientes como tus ganas de comer.
Repasas mil razones antes de cualquier situación, como haría un estudiante con la materia antes de un examen importante. Intentas buscar soluciones a todos los obstáculos que presentan su oposición a tu andadura por el mundo, y no hay manera de revivir esa fuerza de tu corazón que era como el apoyo de un bastón de un señor en plena vejez.
Tal vez cada manía y una por una todas las tonterías que hiciste cuando aún eras un niño inmaduro, un capullo a medias que no engañaba a nadie con un interior frío pero amigable, han pasado factura a ese cuerpo con agujetas de vivir de lejos la felicidad que debería residir en cualquier joven de tu edad.
Ni una contienda verbal, ni un desahogo impulsivo en cualquiera de sus mejores versiones es capaz de amortiguar una caída semejante a la de un yunque tirado con malicia desde un alto piso encima de nuestra persona, como en los dibujos de la televisión.
Motivo de más para decir, que nadie dejará de estar en tensión con los demás mientras no logre paz de verdad con uno mismo.